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Óleo-lienzo
Otra de nuestras aventuras preferidas era la de
explorar las orillas del Río de la
Toma , que no era más que un humilde arroyo que venía a
desembocar en el Guadalevín unos cientos de metros antes de que éste atravesara
la garganta rocosa del Tajo de Ronda. En aquellos días sus tranquilas márgenes
estaban tapizadas de mil distintos tonos de verde y, en cada recodo, el agua y la umbría tierra
bullían de vida.
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